A veces después del parto no nos sentimos como esperábamos.
Sentimos que hay algo que no ha ido bien.
Nuestra hija o hijo está bien. Está sano. Pero algo en nosotras está roto.
Hay partos difíciles, que se alejan mucho de lo que soñábamos. Son partos vividos como traumáticos, por la ruptura y el impacto psicoemocional que suponen.
Hay cesáreas traumáticas (necesarias o innecesarias) que dejan un enorme vacío y una cicatriz también emocional.
A veces hemos vivido Violencia Obstétrica.
A veces la hemos vivido pero no sabemos que podemos nombrarla así. Que aquello que nos hicieron no era necesario o incluso, aunque fuera necesario, fue realizado sin respeto, sin consentimiento, con violencia (existen muchos tipos de violencias: explícitas y sutiles, física, psicológica, emocional, sexual, institucional, simbólica…)
Algunas mujeres lo reviven todo, inesperadamente, durante el primer aniversario del parto. En el primer cumpleaños de su hija o su hijo.
Algunas mujeres lo reviven cuando se plantean buscar un nuevo embarazo, y se dan cuenta de que sienten miedo a un nuevo parto.
Partos que han sido vividos como traumáticos pueden dejar secuelas físicas, psicológicas, emocionales, sociales y sexuales.
Pueden perjudicar la construcción de tu identidad como madre, dañar la seguridad y la confianza en ti misma, en tu instinto, en tus habilidades de maternaje. También pueden afectar a tu relación de pareja y al establecimiento y desarrollo del vínculo con tu bebé.
Te acompaño en la reparación e integración de lo vivido. Atender esa herida o esa cicatriz. Sanar esa memoria.
Restaurar el comienzo de tu maternidad.
Reencontrarte desde un nuevo lugar interno con tu bebé.