Hoy en día se ha desmoronado el ideal heróico patriarcal y los roles y valores asignados tradicionalmente a los hombres ya no son válidos. Estos modelos hegemónicos de masculinidad y paternidad ya no responden a las necesidades y deseos de una gran mayoría de hombres.
Y sin embargo, estas nuevas maneras de ser hombre no están todavía bien definidas y no han sido interiorizadas ni corporeizadas. ¿Qué significa ser hombre? ¿Cómo conciliar las expectativas y valores tradicionales con estas nuevas maneras de vivir la masculinidad y la paternidad?
Los estereotipos de género también tienen poder sobre los hombres, limitan, encorsetan su forma de ser, recompensando algunas cualidades y valores y rechazando otras, por lo que los hombres, a pesar de los obvios privilegios, experimentan cotidianamente también las secuelas de vivir inmersos en el sistema patriarcal.
Hay una serie de mandatos y expectativas de género para los hombres que provocan enorme sufrimiento cuando no se logran cumplir:
- Mantener posición de seguridad, superioridad, propiedad y autoridad (o aparentarla)
- Demostrar logros. Ocultar debilidades, Detener, tapar emocionalidad.
- Presión para solucionar cualquier dificultad suya o de las personas cercanas
- Sobre-exigencia asociada con “Dar la talla”
- Demostrar capacidad sexual, potencia y virilidad
- Y a la vez ser sensible, comprensivo, cuidadoso, abierto y presente emocionalmente…
- y no sexista.
Se trata de expectativas y mandatos psicosociales introyectados y ya autoimpuestos, que son incompatibles entre sí, imposibles de satisfacer porque se anulan mutuamente.
Conviven los roles y valores que nos recuerdan a modelos de masculinidad más clásica y sexista, con los de la masculinidad postmoderna, respetuosa, igualitaria, esos que superan la mente patriarcal de la que habla Claudio Naranjo, y que además trae consigo la dificultad de la ausencia de referentes y modelos.
Este sincretismo supone un conflicto interno que despierta sentimientos de profunda desorientación ante la ruptura con lo que se esperaba ser (por ejemplo ante la renuncia a repetir el modelo de masculinidad y paternidad de su propio padre) mientras todavía no se ha logrado habitar ese nuevo modelo interno de masculinidad más saludable y coherente con los propios deseos.
Y es que, la mayoría de hombres han sido orientados hacia el exterior, educados para ser aptos, competitivos, resolutivos y dominar espacios y situaciones, de manera que hay un gran vacío respecto a la conciencia de sus necesidades emocionales, de la capacidad de mirar en su interior, del manejo de habilidades emocionales, y acompañarse a si mismos en momentos de dificultad sin tapar o reprimir emociones y sin pedir ayuda.
Y al mismo tiempo, actualmente se da este fenómeno que identificó Robert Blay y que según sus palabras, podríamos denominar «el varón suave». Se trata de hombres encantadores y valiosos, que no quieren destruir la Tierra o dar comienzo a una guerra. Su forma de ser y su estilo de vida denotan una actitud amable hacia la vida. Pero muchos de estos varones no son felices. Uno nota rápidamente que les falta energía. Preservan la vida, pero no la generan. Y lo irónico es que a menudo se les ve acompañados de mujeres fuertes que definitivamente irradian energía.
Desde una u otra polaridad, cuando ya se ha cumplido con los roles masculinos tradicionales (o se ha luchado incansablemente por alcanzarlos o rechazarlos), puede llegar el momento de romper con ellos o resignificarlos y liberarse.
En un proceso psicoterapéutico tendrás la oportunidad de adentrarte en territorios a veces desconocidos, aventurarte y descubrir una comprensión más profunda de ti mismo, tus necesidades y tus relaciones.
Un espacio de absoluta seguridad y confidencialidad, donde poder replantearte tu lugar y tu posición como hombre, como hijo, como pareja, como padre, como trabajador, como profesional, como amigo.
Conectar honestamente con tus propias contradicciones te ayudará a descubrir recursos creativos internos para resolverlas.
Un camino para ir desvelando y abrirte camino hacia lo que Robert Blay ha descrito como lo masculino profundo: la parte de la psique masculina que está normalmente enterrada bajo los roles masculinos convencionales, los ideales heróicos y las ambiciones patriarcales.
El psicoterapeuta Luis Bonino afirma que es habitual la reticencia de los hombres a solicitar ayuda terapéutica y a mantenerse y dar continuidad a los tratamientos, como efecto de ideales y mandatos de género basados en creencias como “debes resolverlo tú solo”, “no pierdas el control”, “no muestres tu vulnerabilidad”, “no puedes ser tan débil”, “tienes que aguantar y demostrar que puedes salir adelante”… que llevan a tratar de resolver el malestar mediante la negación del dolor o el sufrimiento emocional o restando importancia a los síntomas y consecuencias.
También porque cuando, después de haberse llevado al límite, cuando dais el paso de pedir ayuda, se da un enorme sesgo por el que todas las personas, incluyendo las y los profesionales, tienden a animaros, a apelar a vuestra fuerza, valentía, que vais a poder con ello, etc.
Llega un momento en el que la verdadera valentía tiene más que ver con hacer frente a la propia verdad y a los propios procesos interiores.
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