Todas somos gordas.
Hasta si no lo estamos, somos gordas.
Y si no lo somos y no lo estamos, nos acaban haciendo creer y sentir que sí.
Hay un día mundial para hablar de gorditud y gordofobia (el 4 de Marzo) pero todos los días, especialmente los de verano, son buenos para hablar de ello.
De que estar más gorda de lo que se querría ocupa muchísimo espacio en los pensamientos de la mayoría de mujeres. En las preocupaciones, ocupaciones y decisiones del día a día.
Condiciona planes a los que se dice si y a los que se dice no, condiciona el disfrute en la piscina y en la playa, condiciona la postura con la que caminamos, nos sentamos, posamos para las fotos, hasta en la que elegimos para el sexo.
Condiciona nuestra capacidad de pensamiento lógico y creativo y la de disfrute y autenticidad, porque si estás concentrada en meter tripa o que no se note la papada, pues eso, la energía está ahí y no en la presencia creativa y espontánea aquí y ahora.
Y por supuesto, ocupa mucho espacio emocional.
Genera mucho malestar psicoemocional: sentimientos de inadecuación, insuficiencia, inseguridad, falta de confianza y valía personal, autoexigencia, control, vergüenza, culpa, miedo, tristeza, rabia, frustración, impotencia, vacío, desconexión, dinámicas de autopremio y autocastigo (que son terribles para la autoestima)…
Y bucles de pensamientos y acciones tratando de compensar ese malestar emocional, de los que es muy dificil salir.
Muchas mujeres no están gordas pero sí se sienten gordas.
Y si no estás o te sientes gorda entonces estás demasiado delgada.
De una u otra manera inadecuadas.
El caso es que nunca nos dejan estar tranquilas en nuestros cuerpos.
Vivir tranquilas EN nuestros cuerpos. Habitar nuestros cuerpos.
En lugar de usar nuestros cuerpos, entrenarlos, transformarlos, adelgazarlos, etc como objetos al servicio de la mirada externa. Para que sirvan como objetos que atraen, gustan, satisfacen, etc.
Decimos que lo hacemos para nosotras mismas.
Pero lo hacemos para el espejo. Para nosotras, sí, pero miradas a través de los ojos de un otro.
Si no hubiera un espejo o no hubiera un otro, nunca nos maltrataríamos así.
Nunca habríamos normalizado tanta presión, tantas faltas de respeto.
Tanta negación de la riqueza y la diversidad corporal.
La absoluta normalización, la presencia cotidiana en nuestras vidas de la Violencia Estética (Esther Pineda)
La locura de la idealización, la irrealidad e inalcanzabilidad de los estereotipos de belleza, su incompatibilidad con la salud y el bienestar, la mentira que se muestra en redes sociales.
Pero esto es lo que nos muestra la cultura que es el cuerpo.
Se nos inocula esta mirada condicionada por los cánones de belleza sexistas y patriarcales, desde los escaparates, las películas, ahora cada vez más peligrosamente desde las redes sociales.
Y se propicia esta experiencia de cuerpo para otros desde pequeñas.
Se nos educa, explicita o implicitamente, en esta relación con nosotras mismas y con nuestro cuerpo.
Ocurre desde que somos bebés, desde la manera en la que se producen -todavía- la mayoría de nacimientos, los primeros cambios de pañal, la lactancia, el proceso de acompañamiento en el control de esfínteres, las restricciones al movimiento verdaderamente libre.
En la mayoría de ocasiones, no hemos tenido la oportunidad de vivir estas primeras experiencias corporales desde un lugar corregulado, que promueva la autonomía y la conciencia corporal, y así poder sentar las bases de la soberanía y la autoestima corporal.
Y por supuesto desde la alimentación que en nuestra sociedad, tiene una base absolutamente emocional.
Y así vamos contruyendo nuestra relación con nuestro cuerpo. Tanto, que hablamos de nuestro cuerpo así, como un actor secundario.
Es la mente la protagonista. Es la mente la que habla, opina, juzga, restringe, pone a dieta, premia o castiga al cuerpo.
En lugar de hablar desde mi cuerpo. Mi cuerpo soy yo.
Claro, entonces, en algun momento, después de tanta falta de escucha, el cuerpo toma las riendas y expresa en su lenguaje. El lenguaje del cuerpo es el de la expresión emocional y de los síntomas (pero de esto podemos hablar en otra ocasión).
El tema es que, después de que la cultura nos psico-socialice en esta relación y esta mirada sobre nuestros cuerpos, una vez inoculado el virus patriarcal, ya no nos dejamos a nosotras mismas tranquilas.
Y el cuerpo se convierte en territorio de pre-ocupación, inseguridad, presión, malestares, complejos, vergüenza, culpa.
Hablamos de la falta de autoestima corporal que nos atraviesa a todas como secuela de las violencias estéticas patriarcales que vivimos desde niñas.
De los problemas con la alimentación y la nutrición de nuestros cuerpos y nuestras vidas.
De vacíos, atracones, ortorexia y nuevas culturas de dieta y restricciones. (Hoy en día muchos problemas de relación con el cuerpo y trastornos de conducta alimentaria se están enmascarando bajo el interés por la comida sana. Y como hay mucho apoyo social las personas que lo viven tardan más en tomar conciencia y pedir ayuda, porque pueden engañarse mejor a sí mismas y a los demás.)
Hablamos de cánones de belleza incompatibles con las verdaderas necesidades del cuerpo, con el bienestar, el placer vital y la salud.
Si además cruzamos esta violencia con racismo, capacitismo, edadismo, orientación del deseo e identidad, las consecuencias de estas violencias se multiplican.
El error es del sistema. No de tu cuerpo.
De ningún cuerpo.
Es urgente proteger a las niñas y a las adolescentes.
A nosotras mismas.
De la hiper-presión. De la hiper-sexualización. De la hiper-objetivizacion. Del hiper-consumo para arreglarnos, maquillarnos, alisarnos, disminuirnos, ampliarnos, disimularnos.
Porque somos mucho mucho más que un cuerpo que mostrar.
Estamos dejando de ser espontáneas y auténticas, de vivir en libertad interna para adaptarnos a lo que el sistema patriarcal y captitalista espera de nosotras, de nuestros cuerpos.
Este tema da para mucho, mucho.
Muchas secuelas de esta violencia normalizada y cotidiana, nos atraviesan y condicionan nuestro día a día.
Si eres sobreviviente de violencia estética, te abrazo.
Me abrazo. Todas lo somos.
Nuestra salud mental, emocional, RELACIONAL, está atravesada y condicionada por ello.
¿Cuántas horas dedicamos en nuestra vida a pensar sobre nuestros cuerpos, nuestras tallas, nuestras formas, nuestros complejos corporales?
¿Cuánto dinero destinado a dietas, suplementos, cremas, disimuladores, levantadores, aplastadores, estiradores, deshinchadores y otros productos y artilugios para arreglarnos, esconder o cambiar partes de nuestros cuerpos?
¿Quienes seríamos si todas esas horas, dineros, energía creativa la estuviéramos dedicando a otras cosas?
¿En quien nos convertiríamos además de en Más libres y felices?
Por no entrar en la dimensión preocupación, autocastigo, automaltrato y autocrítica patológica….
¿Cómo te hablas a ti misma?
¿Cómo le hablas a tu cuerpo?
¿Cuánto amor hay en tu mirada cada mañana cuando te encuentras contigo en el espejo?
Y no se trata de culparte si no eres capaz de bientratarte y amarte.
Hacerlo es luchar contra la enormes fuerzas del patriarcapitalismo que tiene ingentes lobbys dedicados a investigar cómo seguir teniéndonos entretenidas en estos asuntos, para que no nos dediquemos a lo verdaderamente libertador.
Entonces, si sientes que todavía no te amas como te gustaría, es consecuencia lógica, está planeado así por el Sistema que ha creado este método de control, dominio y opresión.
No estás sola.
Ni mucho menos.
Somos muchas las que estamos en el camino.
Vamos juntas.
Cada día en muchos lugares y de muchas maneras.
Hoy te deseo que nadie opine sobre tu cuerpo.
Que todas nosotras dejemos también de hacerlo.
No se opina sobre los cuerpos.
Los cuerpos se viven, desde ellos vivimos, son nuestro lugar de encuentro y nuestro templo.
Donde reside nuestra vitalidad.
Ojalá puedas sentirlo así este verano.
Feliz cuerpo, feliz vida.