¿Ya sientes la llamada del cuerpo hacia el descanso?
El verano, especialmente cuando se tiene la oportunidad para unos días de vacaciones, nos invita a ese cambio de ritmo, que enlentece y favorece el descanso.
Parar.
No hacer.
O ir haciendo menos, bajar el ritmo.
Ojalá puedas poner pausa a la acción y la actividad.
Pausa a las ocupaciones, responsabilidades y deberes que son cotidianos durante el resto del año.
(O pausar todas las que se puedan, porque si estás al cuidado de hijas, hijos, mayores u otras personas dependientes esta pausa no es tan sencilla, y no puede ser completa).
Entonces, en la medida que sea posible, abrir espacios y tiempos de descanso, de dejar vagar la mente, el cuerpo, de no expectativas, no objetivos, no presiones.
Tiempos y espacios de ritmo orgánico.
Caminar hacia un descanso más profundo.
Ojalá largas siestas y dolce far niente.
Ojalá paseos, baños, bailes, noches de risas y complicidad.
Que el cortisol, la adrenalina y otras hormonas del estrés se vayan metabolizando.
Ojalá detener incluso la actividad mental.
Dejar de pensar demasiado.
¿Cuánto es pensar demasiado?
Sólo si has experimentado algún ratito de silencio mental puedes identificarlo.
Por comparación.
Frente al ruido mental.
Los bucles de pensamiento sin fin.
La radio interna que nunca se apaga.
La carga de las mil preocupaciones pendientes de las que, por un motivo u otro, todavía no nos podemos ocupar de resolver.
Rotondas mentales de las que no salimos.
Frente a la Paz y la Calma mental.
Si vas a poder disfrutar de vacaciones, ojalá puedas poner ese pause en ti.
Especialmente si sospechas de sobreactivación, hiperconexión, hiperdistracción y la pérdida de la capacidad de atención.
Creo que esto lo estamos viviendo la mayoría de personas adultas (sí, también las y los peques y a muchos de ellos se les pone una etiqueta diagnóstica).
Ojalá este tiempo de verano te traiga equilibrio, bienestar y gozo.
Ojalá puedas llevar a tu cuerpo y tu mente a lugares de calma.
La Naturaleza siempre guía a tu sistema nervioso hacia allí.
El deporte y el ejercicio físico también (siempre que implique conexión y escucha interna, no sólo una repetición mecánica persiguiendo un objetivo)
A veces puede ser a través de un paseo.
O un rato de mirar por la ventana y dejar vagar la mirada, el pensamiento, las emociones.
Así, sólo mirar al infinito. Al horizonte.
Un gesto tan sencillo que aporta tanta salud y descanso muscular a los ojos, después de tanto sobreesfuerzo por enfocar a corto plano mirando pantallas. Enfocar la mirada de lejos, hacia la línea del horizonte, calma la fatiga ocular, previene dolores de cabeza, insomnio, etc)
Bailar sin más coreografía que la que pide y guía el cuerpo.
Una meditación dejando espacio al vacío mental.
Vagabundear por calles de la ciudad o por caminos en el campo. Por un museo o por las propias sensaciones internas.
Pintar, modelar…
Recuperar aquello que te gustaba hacer de niña.
Escribir en automático, lo que vaya saliendo sin objetivo.
Un baño sin prisa. En el mar, en un río, lago, bañera.
Jugar.
Sobremesas sin prisa.
Encuentros y conversaciones a la fresca.
Alimentos que no sobreexciten ni inflamen.
Siestear.
El placer de lo sensitivo en la piel.
Buenos orgasmos de los que recorren el cuerpo entero.
Acompañar al sol mientras se pone. Sin hacer nada más.
Sin mirar el móvil ni hacerle fotos al sol.
Sólo estar.
Sólo ser.
No hacer. Dejar de hacer. O hacer sólo eso que te reconecta contigo, que te nutre de verdad.
¿Cuáles son tus caminos internos hacia el descanso profundo y esa nutrición del ser?
¿Los tienes identificados?
Deseo de corazón que encuentres lo que te nutre, lo que te reconecta contigo y con tu verdad.
Que puedas descansar y disfrutar de este verano con placer y plenitud.